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Mereció la pena, mamá. No estuvo mal

Palabras para el funeral por mi madre, Marta Toni Delgado, fallecida el 10 de agosto de 2019.

La primera vez que ingresó mi madre, hace ya 9 meses, nos dimos cuenta de que nunca vio un hospital semejante desfile de familia y amigos. Solo hay que levantar la vista y mirar aquí, a San Fermín de los Navarros este 5 de septiembre. Gracias por acompañarnos.

Siempre he pensado que la enorme cantidad de personas que la quisieron y que siguieron siempre a su lado es lo que mejor la describe. Mi madre se vanagloriaba de todos vosotros, os adoraba, os quería, os necesitaba. Presumía de amistades a cada rato, y al final siempre se giraba a mirar si estaban allí mis tíos, sus hermanos y también sus sobrinos. Gracias Paloma, Adriana, Pete, Olga, Pablo e Inés por haberla arropado tanto, cada día y hasta el final.

Gracias papá, gracias por todo. Tú has sostenido esto y sin ti es imposible que hubiéramos podido superar estos largos meses de enfermedad. Creo que en esto, en esto sí, hablo en nombre de todos los presentes. Te debemos tanto que no sabría ni por dónde empezar. No te preocupes porque solo tienes que mirar hacia atrás para ver la cantidad de gente, amigos y familia, que va a seguir con nosotros.

Los últimos días fueron muy duros, pero os voy a contar uno de los momentos más especiales que le recuerdo. Fue su última sonrisa, la última vez que estuvo consciente, con Nieve en una mano y levantando el dedo índice de la otra. Su última sonrisa fue para mi hermana Ana. Mi madre abrió los ojos y la vio a su lado, porque no se movió de ahí un solo segundo, le sonrió y volvió a cerrar los ojos. Fue la más sincera, tierna y bella de las sonrisas. Y fue para mi hermana. Ana fue sin duda su mejor obra. Si queréis recordar lo mejor de mi madre, mirad y hablad con mi hermana porque en ella es donde está todo.

El día que mejor estuvo de estos 8 largos meses fue el día de mi boda. Los que estuvisteis lo sabéis; los que no, seguro que os lo han contado. Me llevó del brazo al altar y culminaba así estos 33 años que me ha regalado, día a día, mes a mes, año a año. Mi madre pudo estar en mi boda. Fue su última meta, el último objetivo que logró. Es lo que me repito cada día, cada hora, casi cada minuto. Gracias mamá por llevarme al altar, por dejarme en el lugar más especial del mejor día de mi vida.

Después de comer se levantó, agarró el micro y nos regaló el más bello de todos los brindis. Me gusta pensar que esas fueron sus palabras de despedida y que ella lo sabía. Todo lo que quiso expresar estaba ahí. Todo lo que nos quiso legar.

Mi madre nos invitó a empeñarnos en ser felices. Todos, fuera como fuera nuestra vida o nuestra situación individual: ‘empeñaos en ser felices’, dijo. Recordaba con esas palabras a su madre, a mi abuela Carmen, que le ha guardado el mejor de todos los sitios del cielo, justo ese en el que siempre nos tiene a mano en línea recta. Búscala siempre, porque siempre está: hay una enorme línea recta que nos une estemos donde estemos. Yo solo tengo que mirar hacia arriba para verla, tú solo tienes que mirar hacia abajo para vernos.

Una vez me dijiste que lo que más sentías era que no ibas a poder conocer a tus nietos. Yo sé que naciste para ser abuela y por eso te dije que no te preocuparas, que ellos por supuesto que te van a conocer y que tú solo tienes que mirar para abajo. Ese mismo día, hablando, en el hospital, te pregunté si le habías contado a mi abuela Carmen nuestra boda. Me dijiste que le habías contado cada detalle, cada día, cada pequeño avance. De esa manera, dijiste, estaría aunque no estuviera. Eso mismo, dije yo, es lo que haremos nosotros. No te preocupes, porque no te vas a perder nada. Estarás, aunque no estés. Estarás en mi hermana, en mi padre, en tus hermanos, en Inés, en Lola y Arturo, en Lucía y en mí.

Te lo vamos a contar todo, no preocupes por eso. Los viajes, las cenas, los sábados. Los nietos, los tours de Francia y los veranos. Te contaremos Aoiz, Urroz y la Foz de Arbayún. Te contaremos Buenos Aires. Escucha cada pocos días, por mucho que estés disfrutando con los abuelos arriba, porque te estaremos hablando. Y no te pierdas detalle, porque lo mejor está por venir.

Te lo contaremos, por mucho que eche de menos enseñarte las fotos de los viajes, comentar la actualidad del día, los libros y las pelis. Seguir el Tour de Francia, tomar esa última ronda enfrente de casa, pasar juntos el día de Reyes.

Lo último que os pidió fue que tomáramos unas cervecitas a su salud. Hacedlo, brindad por ella y no os olvidéis de hacerlo siempre que podáis. Yo lo haré siempre que tenga una, como seguiré cantando Princesa, viendo cine del oeste, jugando a las cartas, charlando en torno a cualquier mesa camilla, viendo el Tour de Francia, admirando a John Ford, a García Márquez o devorando todo libro que caiga en mi mano.

Nos vemos en el Majara mamá, cruzando los mares del sur y mirando hacia arriba, hacia donde se juntan las noches y los días, donde ya no quedan piratas, ni buques, ni submarinos, ni capitanes, ni marineros, ni faros, ni islas, ni cocoteros. Solo la familia y los amigos. Solo los tuyos. Solo lo que nos regalaste, lo que dejaste. Solo nosotros.

Para terminar, mi madre nos pedía en el brindis que, al mirar atrás, siempre fuéramos capaces de decir que sí, que ha merecido la pena, que no ha estado mal. Claro que mereció la pena. Claro que no estuvo mal. Aquí abajo vamos a seguir tu consejo y nos vamos a empeñar en ser felices, y ya sabes que, con lo cabezotas que somos en esta familia, no pararemos hasta conseguirlo. Si alguna vez flaqueamos, porfa, mándanos la fuerza que nos falte.

Así es como acaba esto. Mereció la pena, mamá. No ha estado mal.


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